martes, 15 de mayo de 2012

CAPITULO II.Estamos en guerra 10-II

      Damian, confundido aún, examinó el entorno con detenimiento. A medida que se familiarizaba con él, acudían, como destellos, recuerdos de lo acontecido la noche anterior. Mecánicamente examinó las heridas causadas por las mordeduras de los perros. Habían sido curadas y cosidas, luego observó a su compañero de celda. Pero aquel estaba absorto en el ceremonial del rezo. Con la mirada al este y los brazos alzados, pronunciaba oraciones al compás de sus genuflexiones. 
     
       Damian se acercó a los barrotes de la celda, en la recepción, un individuo embutido en un traje beis, hablaba acaloradamente por teléfono. Frente a él, alguien alto y robusto, parecía aguardar que aquel terminara la conversación. El hombre alto tenía el cuerpo reclinado sobre la mesa de la recepción, dándole la espaldas a las celdas.
- ¡Un teléfono, quiero hacer una llamada!.- Exclamó Damian, intentando llamar la atención.
Solo el hombre alto y robusto se volvió y Damian suspiró aliviado, al comprobar que aquel varón era su hermano. Su hermano se acercó a él y con afabilidad dijo.- Vaya, por fin has recuperado el conocimiento.
- Si, no se, lo siento, ya recuerdo, solo quería hacer una llamada y el hombre de la pipa empezó a golpearme.
- Sí, así fue, ahora ese policía está detenido en la última celda. Sabes, tuviste mucha suerte, se puede decir que la detención del hombre que ahora comparte celda contigo, te salvó la vida.- Dijo Adam.
- ¿Pero como?- Preguntó Damian.
- Pues parece ser que los que lo traían detenido, sorprendieron a su compañero golpeándote y lo redujeron. Lo apresaron y llamaron a un médico, éste me llamó a mí y desde hace unos minutos estoy aquí esperando a que te recuperes.
- Pues ya me he recuperado. ¿Cuando podré salir de aquí?- Preguntó Damian.
- He pagado la multa, derivada del hecho de haber violado el toque de queda. Solo queda resolver u pequeño asunto. Saliste huyendo, dificultando así, la detención. Te pueden acusar de resistencia a la autoridad.
- ¿Resistencia? Salí huyendo, sí, pero los que me dieron la orden de alto, lanzaron contra mí sus perros, lo que me ocasionó lesiones graves. Además el hombre de la pipa, primero se negó a dejarme hacer una llamada, luego se negó a prestarme asistencia médica y después me golpeó. Creo que la policía ha cometido más delitos que yo.-Dijo Damian indignado.
- Quizás tengas razón, pero.... . Adam fue interrumpido por el hombre del traje beis.- Damian, creo que he llegado un acuerdo con el comisario, podrás salir de aquí, si no denuncias al hombre que te agredió, de no ser así, te podrían acusar de cualquier cosa aunque no tengan pruebas suficientes para condenarte.
- Pero eso es extorsión,- replicó Damian.
- No, es política.- interrumpió el abogado.- Desde anoche estamos en guerra contra una liga de países extremistas que aunque no han admitido haber participado en el atentado terrorista de hace dos días, parecen estar involucrados. Por lo menos eso es lo que se deduce de las pruebas aportadas por el servicio de inteligencia. Parece que a causa de esta declaración formal de guerra, se preveen muchas manifestaciones y la acción de los servicios de seguridad va a tener que ser bastante punitiva. El atentado dañó la imagen publica de los servicios de seguridad y cualquier escándalo que los afecte,  les puede hacer perder el respeto de la sociedad, llevar el país a la desobediencia civil y sumirlo así en la anarquía. Podríamos ganar, pero sería un juicio costoso, que probablemente se dilataría en el tiempo. Además, creo que a medida que la guerra progrese se tenderá más a reprimir los derechos civiles y los abusos de autoridad serán tan comunes, que acabaran por no enjuiciarse. Si esto sucede, habrás perdido tu dinero y tu tiempo y el acusado no podrá ser juzgado, pues el delito habrá prescrito o porque simplemente la seguridad del país será más importante, que la defensa de los derechos que se nos reconocen.
- Esta bien, no habrá denuncia, pero quiero salir inmediatamente de aquí.- Dijo Damian.
- Eso está hecho.- Dijo el abogado, que después de oír estas palabras se dirigió al lugar donde se apiñaban las mesas de despacho. Minutos después el abogado regresó con el jefe de policía y dos de sus hombres. Mientras uno intentaba buscar entre un manojo de llaves, aquella que abría la puerta de la celda. El otro se dirigió a la recepción para buscar los efectos personales de Damian. Pocos minutos después, Damian escoltado por su hermano y su abogado salía de la comisaría. Cuando Damian salió de la comisaría, en la puerta, su mirada se cruzó con la mirada del hombre de la pipa. Éste apoyaba su espalda en la pared, mientras fumaba tranquilamente. Las miradas enfrentadas batallaron en un duelo colérico y mudo durante unos segundos. Lo suficiente, para dejar heridas abiertas que jamás cerrarían. 

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